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Arte

lunes, 4 de agosto de 2014

Las manos del artesano Eugenio
por Prof. Francis Gásperi/ 
Publicado en Semanario Entrega 2000 el 25/07/2014


Hace unas cuentas entregas atrás, hablábamos sobre cuestiones de arte y artesanía, del necesario camino artesanal que recorre el arte. Desde aquellos  lejanos talleres renacentistas donde se dirimían estas cuestiones y se lanzaba ese artesano al mundo procurando ser reconocido por su obra, como un artista. Podríamos  decir que muchas diferencias entre uno y otro no encuentro. Hoy quiero hablarles de un gran artesano, que hizo de su trabajo un arte, un laburante  que a impulso de sus manos edificó su propia historia. Nacido muy cerca de Rosario Dpto.de Colonia allá por el 25 del siglo pasado, a un año de ganar nuestra primera medalla olímpica, con los años y aun muy joven, Eugenio se afinca sobre las márgenes del Rio San Salvador, parajes de Guimera, donde se dedica a cuestiones del campo.  Se casa con una doloreña, -la Tota- y por los los años 50 comienza a impulsos de su padre a volcarse a la labor artesanal de fabricar silllas. Una  actividad que la convirtió en su profesión y con la cual es conocido en todo el pueblo.  Para conseguir la leña material principal de sus quehaceres, tomaba su embarcación y sus remos y partía San Salvador abajo en procura de la materia prima. En su fiel “Taranta”, curioso nombre de su canoa, traía grandes cantidades de leña cortada a sierra de mano y un buen mazo de cardas, especie vegetal de hojas llenas de espinas que cortaba a machete y dejaba secar para convertirla en el asiento de las sillas. Las primeras sillas, bastante rusticas eran trabajadas a corte de hacha y machete, tejidas con un trenzado de cardas secas y remojadas que duraban una vida. Comenzaba a ser reconocido en el barrio y el pueblo entero como el sillero Martinez. Para los crudos inviernos donde el sol escaseaba, se había armado una especie de horno a leña donde a humo de chilcas y aserrín,  secaba la carda durante cuatro o cinco días. Durante este tiempo aprovechaba para  agarrar el winche  y sus trampas y a puro remo recorrer el San Salvador o el Bizcocho en busca de sus nutrias y zorros  de los que aprovechaba carne y piel, para ese entonces década de los 70, las pieles eran muy requeridas y bien pagadas. A la vuelta de sus aventuras, retomaba la actividad, sacaba la carda de su improvisado horno y mojando el material comenzaba el trenzado para confeccionar el asiento de sus sillas, sillones y bancos que vendía al pueblo o “exportaba” a Montevideo, donde tenían gran aceptación por su economía y durabilidad. Con los años logra comprar un motorcito y se armó una mesa de cortar madera, un banco con todas las herramientas compradas con gran esfuerzo, un taladro de pecho,  cepillos y garlopas, formones y martillos, toda una pequeña industria. Ahora podría cortar la madera de álamo, sauce o paraíso con más rapidez y  limpieza, la producción aumentaba y se vendía como pan fresco, la gente le pedía alguna innovación, ya que el diseño era bastante sencillo, por lo cual le agregaba varillas de mimbre y otros adornos en el espaldar. Era posible también pintarlas con esmalte sintético, de esa manera eran “eternas”. Pero ya para los noventa –Mercosur mediante- comenzó la competencia de las sillas de plástico y el viejo artesano se la vio complicada para subsistir, con todo, el negocio aguantó un poco mas, aunque los pedidos eran más esporádicos las refacciones de asiento paraban un poco la olla. Hace poco recorrí el viejo taller artesanal, aun mantiene su vieja mesa de cortar con su motor  checoslovaco que aun funciona como hace  cincuenta años, sus herramientas sus martillos y enseres. Toda una vida entregada al trabajo.  Que fue del viejo artesano? Aún se lo puede ver mirando el mundial en su vieja TV 14”  en su casa, sentado frente a la estufa a leña y aunque ha perdido a su querida Tota, y casi por completo la memoria con sus  casi noventa años, a veces me mira y parece acordarse de que alguna vez trabajé junto a él haciendo sillas, o remando en la “taranta”, mi querido abuelo Eugenio Martinez. 

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