MOJONES
1997. Parece ser un año cualquiera,
sin embargo es el mojón que Danilo
Cardona nos pone para que repasemos su obra. Es solo un punto en el universo esos
quince años; un punto que nos hace detener en esta vorágine de cosas que pasan
sin recuerdos. Desde allá lejos, hasta este 2012, Danilo recopila en veinte
obras, sus memorias plásticas y nos las muestra, sabiendo por sobre todo que
solo es una excusa para seguir pintando, para seguir dejando memoria en telas y
cartones, su material preferido. Ha desgranado
el tiempo a través de abstracciones y figuraciones, su armoniosa paleta,
deja paso a una amplia y fecunda
temática. De momentos costumbrista, con sus ranchos nocturnos bañados con esa luz difusa, de
momentos abstractos y simbólicos. Sus abstracciones en serie muestran
una excelente entonación, lograda con
economía cromática de complementarios. En ocasiones juega con la línea
serpenteante y su compañero el punto, dejando que respiren fondos de pretéritas
inspiraciones. El conjunto es por demás interesante por la vibración de aquellos
toques puntillistas. Quince años que parecen ayer, sus obras permanecen aún
frescas, su color siempre coherente, se puede leer en el devenir del tiempo, que jamás se ha
traicionado con el envite del color caótico o estridente. Siempre hay un
equilibrio dentro de la variedad. Su obra descansa en una sólida formación en
cursos tomados en la Escuela de Bellas Artes, o más recientemente en talleres del MEC- durante cuatro años-, y
en el diálogo permanente con referentes de la plástica local y nacional. Siempre
atento, siempre inquieto. Eso deja en claro -aunque él no lo diga- de su amor
inclaudicable por el arte, por la pintura. Eso lo hace un artista respetable y
respetado. Siempre buscando posibilidades para crecer y desarrollarse dentro
del mundo de la plástica, tan difícil para los de tierra adentro. Coincidíamos con algunos amigos
presentes en la muestra, con el espléndido
cuadro de la luna testigo de esas viejas ruinas, la factura del árbol a la
izquierda, son pocas pinceladas magistralmente coloreadas. Las sombras se
proyectan hacia el observador, y otorgan
un aspecto agradablemente misterioso. Hay tantas historias guardadas allí. Casi enfrentados en la sala de exposiciones,
un veteranísimo cuadro, nos muestra sus formas arabescas y dinámicas, que
contrastan con su paleta baja. Mas allá un personalísimo constructivo, manchas
de colores acotadas con líneas ortogonales, nos muestran otra mirada a la
simbología Cirlotiana. Orden y caos. Llama la atención un cuadro de claro perfil dadaísta-surrealista, única
obra donde el artista se permite
mostrarnos su acento críticamente
mordaz. Hay lugar también para el humor, su mercachifle cargado de paquetes, montado en su desgarbado
compañero de ruta, es una invitación a la sonrisa cómplice. Una guiñada a
Molina Campos tal vez. Actualmente está trabajando en monocopias intervenidas,
una técnica que seguramente seguirá desarrollando. Quedan entre estos dos
mojones muchas actividades, su taller de arte en casa de la Cultura y en el
interior del departamento, sus intervenciones en la movida escultórica de
Palmar, los murales del bicentenario el año pasado. Amigos, se instalarán otros
mojones, solo resta invitarlos a concurrir a Casapuerta, y recorrer junto a Danilo estos quince años
de amor al arte. Hasta pronto.
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