Adaggio autumn dialogando con Leonid

Arte

sábado, 21 de julio de 2012


MOJONES                   
1997. Parece ser un año cualquiera, sin embargo es el mojón que  Danilo Cardona nos pone para que repasemos su obra. Es solo un punto en el universo esos quince años; un punto que nos hace detener en esta vorágine de cosas que pasan sin recuerdos. Desde allá lejos, hasta este 2012, Danilo recopila en veinte obras, sus memorias plásticas y nos las muestra, sabiendo por sobre todo que solo es una excusa para seguir pintando, para seguir dejando memoria en telas y cartones, su material preferido. Ha desgranado  el tiempo a través de abstracciones y figuraciones, su armoniosa paleta, deja paso a una  amplia y fecunda temática. De momentos  costumbrista,  con sus ranchos  nocturnos bañados con esa luz difusa, de momentos  abstractos  y simbólicos. Sus abstracciones en serie muestran una excelente entonación, lograda con  economía cromática de complementarios. En ocasiones juega con la línea serpenteante y su compañero el punto, dejando que respiren fondos de pretéritas inspiraciones. El conjunto es por demás  interesante por la vibración de aquellos toques puntillistas. Quince años que parecen ayer, sus obras permanecen aún frescas, su color siempre coherente, se puede  leer en  el devenir del tiempo, que jamás se ha traicionado con el envite del color caótico o estridente. Siempre hay un equilibrio dentro de la variedad. Su obra descansa en una sólida formación en cursos tomados en la Escuela de Bellas Artes, o más recientemente  en talleres del MEC- durante cuatro años-, y en el diálogo permanente con referentes de la plástica local y nacional. Siempre atento, siempre inquieto. Eso deja en claro -aunque él no lo diga- de su amor inclaudicable por el arte, por la pintura. Eso lo hace un artista respetable y respetado. Siempre buscando posibilidades para crecer y desarrollarse dentro del mundo de la plástica, tan difícil para los de tierra  adentro. Coincidíamos con algunos amigos presentes en la muestra,  con el espléndido cuadro de la luna testigo de esas viejas ruinas, la factura del árbol a la izquierda, son pocas pinceladas magistralmente coloreadas. Las sombras se proyectan hacia el observador,  y otorgan un aspecto agradablemente misterioso. Hay tantas historias guardadas allí.  Casi enfrentados en la sala de exposiciones, un veteranísimo cuadro, nos muestra sus formas arabescas y dinámicas, que contrastan con su paleta baja. Mas allá un personalísimo constructivo, manchas de colores acotadas con líneas ortogonales, nos muestran otra mirada a la simbología Cirlotiana. Orden y caos. Llama la atención un cuadro  de claro perfil dadaísta-surrealista, única obra  donde el artista se permite mostrarnos  su acento críticamente mordaz. Hay lugar también para el humor, su mercachifle  cargado de paquetes, montado en su desgarbado compañero de ruta, es una invitación a la sonrisa cómplice. Una guiñada a Molina Campos tal vez. Actualmente está trabajando en monocopias intervenidas, una técnica que seguramente seguirá desarrollando. Quedan entre estos dos mojones muchas actividades, su taller de arte en casa de la Cultura y en el interior del departamento, sus intervenciones en la movida escultórica de Palmar, los murales del bicentenario el año pasado. Amigos, se instalarán otros mojones, solo resta invitarlos a concurrir a Casapuerta, y  recorrer junto a Danilo estos quince años de  amor al arte. Hasta pronto.

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