Bajo
ciertas motivaciones encontradas, hasta contradictorias uno escribe
tratando de encontrar un poco de razón en toda la locura del arte
contemporáneo. Un arte a veces demasiado transgresor de ciertas costumbres y
que nos golpea en nuestros más sensibles pensamientos o creencias. Pero como
alguien dijo una vez, el artista es una persona que reacciona frente a lo que
ve, frente a lo que se mueve en la sociedad, y frente a ciertas situaciones que
lo desbordan, y por supuesto agréguele a eso un poco de creatividad, imaginación, rabia,
inconformismo, historias existenciales pesadas, amargas, catarsis y varios
etcéteras. Esto tal vez lo hace un poco más entendible. La transgresión en arte
- sin llegar al simplismo de una definición para acortar camino- es una
provocación hacia un status determinado, a veces dirigido explícitamente, a
veces socavadamente, a veces subrepticiamente, y que busca una reacción, un
reflexionar, un pensar en la cosa, a
veces no da ni para reflexionar porque la transgresión se transforma en
agresión. Para algunos no es más que
arte abyecto. La transgresión ficcional, busca a través de películas mostrar
imágenes de impacto, y situaciones límites, toda imagen pero, ficción. El cine documental – típico de la segunda
guerra mundial- muestra muertos reales, violencia real, sin edulcorantes y sin
guión. Nada ficción, la pura violencia
documentada, la decadencia humana. Agresión. En literatura, pondríamos al Marqués de Sade
como ejemplo, y seguimos teniendo ficción esta vez en palabras horizontales,
algunas versales pero por lo general todas iguales. Esta “violencia” no es mimética. Como ejemplos creo que bastan,
el lector tendrá muchos más. Por otro lado hay otra violencia pero estamos tan anestesiados
que ni nos damos cuenta cuando en vivo la tele nos muestra las guerras del
cercano oriente llevadas adelante por las potencias con millones de muertos, o filmaciones
de hambrientos y destinados a morir en África, el lector coincidirá conmigo que
esto ya no nos mueve, pero con el arte hay otra sensibilidad aunque sea todo
ficción. Arte no debería provocarnos más que un momento de reflexión y
meditación, asco si cabe y alguna otra
reacción según el caso. Es poco probable que el artista tome un arma en una exposición
y nos mate. Solo tiene pintura, telas y pinceles. Con eso le basta para
“trasgredir”. Durante muchos años, el artista ha tenido que optar, por la
belleza o por lo que no gusta. Por el dinero o por el honor. Siempre. Hasta que
el dinero pudo más. ¿Dónde está el límite de todo esto? Hoy el artista más famoso – en términos de
dinero- Damien Hirst más conocido por el “enfant terrible” ha colocado
tiburones y toda suerte de animales en cajas llenas de formol, o ha colocado
cientos de diamantes a un cráneo humano. Gunther
Von Hagens, científico y artista alemán, realiza esculturas con personas
muertas, a través de la plastinación, un procedimiento inventado por el mismo
por el cual, les saca la piel a las personas dejando al desnudo toda suerte de
músculos, tendones, huesos y en posiciones más inverosímiles podemos ver
esculturas humanas, vino al Uruguay. Transgresores totales, ninguna autoridad
montó en cólera sobre el asunto. Animales en uno, personas en otro, sus
transgresiones no pasan de una anécdota, hasta ahora no se han metido con la
religión, quizás por eso aun siguen creando. Veremos. A pocos años de inaugurar
el siglo XX, Marcel Duchamps nos espetó en la cara un urinal, diciendo que eso
era arte, absolutamente rechazado socialmente, hoy aquel objeto o ready-made no
es solo aceptado sino que admirado; cuatro siglos antes, el gran pintor
holandés Rembrandt pintó el ya conocido buey desollado causando un verdadero
impacto, máxime cuando el maestro tenia un público acostumbrado a escenas
bíblicas ; Caravaggio un trastornado impulsivo realiza sórdidas pinturas que
hasta ahora son motivo de estudio, gustaba de batirse a duelo, y fue perseguido
por sus crímenes; por los mil
ochocientos, el genial Goya metaforizó un padre (Saturno) comiéndose a su hijo;
y la no menos transgresora obra de los fusilamientos, excelente en color y
composición pero el fuego que salía de
los máuseres, era solo pintura, sin embargo estas imágenes son terribles.
Aunque más terribles fueron los fusilamientos en si mismos. Delacroix uno de
mis preferidos, pintaba batallas sangrientas y muertos por doquier Taillebourg
es solo un ejemplo. Si miramos para el lado de la moda, (que no incomoda dicen
algunos) también da muestras cabales de su locura trasgresora cuando Galliano o Chanel, reivindican al nazismo en
sus creaciones, una colección del primero realizada en el 2011 mostro su apego
por los uniformes de las SS o las Wehrmacht, obviamente
sobraba morbo y quizás un insulto por elipse, al pueblo judío. Un tal H. Boss
también aporto lo suyo, creador de uniformes SS. Pasando al arte que vive en el
propio cuerpo, trasgrediendo normas femeninas y hasta mecanismos defensivos, Orlan,
una mujer (aun vive a pesar de todo) se ha realizado innumerables cirugías
plásticas en todo su cuerpo experimentando hasta deformarlo sin piedad ni contemplaciones,
autorreferenciando su humanidad como un objeto.
Imágenes y procesos de autoflagelación, trasgreden sentimientos. Otro tanto hacia Vito Acconci mordiendo sus
piernas y manos frente a una cámara fotográfica en una autodestrucción enfermiza.
Joel P.Witkin un fotógrafo estadounidense de una
producción que sobrepasa todos los cánones culturales, visuales, de belleza y
lo que se le ocurra eufemísticamente hablando. En America, al otro lado del rio acaba de morir León
Ferrari, un trasgresor local, con su arte fue atacando el centro desde la
periferia, critico a la iglesia, combatió desde sus pinceles a la dictadura y el consumismo. Grandes dolores de
cabeza le trajo al hoy Papa, quien lo trató de blasfemo cuando colgó un Cristo
arriba de un avión caza norteamericano, la imagen era fuerte, iconoclasta pero
en su esencia solo se trataba de yeso y plástico. Censurado y atacado, por
provocador, en perspectiva la obra de León no es resumible, es compleja, polisémica,
pregonando un arte no contemplativo, un arte de barricada, un arte para no ser
querido, ni comprado. Y finalizando este rápido pasaje por el arte trasgresor, Andrés
Serrano un artista que ha tomado la muerte como elemento casi exclusivo de
expresión, fotografiando muertos desde la propia morgue, sin tener en cuenta investiduras, sentimientos,
memoria , demuestra que la suya es una postura transgresora brutal o pura pose
vedettista. Veamos lo que piensa: «Algunas veces yo me pregunto: ¿para qué
sirve el arte contemporáneo?», advierte, «porque muchas veces no entiendo el
arte contemporáneo, no sé por qué existe, aunque estoy contento de que así sea
porque los coleccionistas compran mi obras. También me pregunto ¿por qué? Yo
soy coleccionista también, pero lo que a mí me interesa son cosas del siglo
XVII, XVI...». Tras lo dicho recuero que ese
período, la Iglesia tenía una fuerte incidencia en el Arte, todo se
hacia según sus directivas digamos Barroco o Neoclasicismo, y aun la belleza era
un valor en sí mismo. En fin, entonces
la pregunta ¿la trasgresión es una pose conveniente, una moda o un permanente
llamado de atención? No lo sabremos ya
que los procesos internos muchas veces no salen a la luz. Para mí, desde que la
belleza perdió la batalla ante el dinero, parecería que todo es una cuestión materialista, se
trata simplemente de dinero. ¿ y dónde queda el Arte en todo esto? Ni idea.